viernes, noviembre 25, 2016

Un poema de Concha Urquiza

Javier Sicilia escribe: "La vida de Concha Urquiza (1910-1945), al igual que su obra, fue breve. Sin embargo, medir su intensidad con las categorías del cronos, es impreciso. Hay vidas longevas que son estériles. Hay otras, en cambio, que en la brevedad de su destello acumularon y expresaron siglos de sabiduría. Concha Urquiza no sólo pertenece a esta categoría, sino también a otra, que en nuestro país ha sido tan poco explorada como profunda: la de los místicos. ¿Realmente lo fue?
Si entendemos la palabra como algo que define a seres laterales que, tocados por un misterio que los sobrepasa, se apartan del mundo, no. Pero si la entendemos como una experiencia de lo inefable que trastoca al ser, al grado que desde entonces su vida se construye en una búsqueda por darle contenido y sentido, Concha Urquiza lo fue y en grados que resuenan en la vertiginosidad de su existencia y en la breve intensidad de su obra.
Aunque su vida, a causa de su voluntaria marginalidad, es poco clara y nadie, a pesar de los espléndidos estudios que se le han dedicado, ha logrado hasta ahora componer una buena biografía, hay, en los escasos y contradictorios datos que tenemos sobre ella, ciertos elementos que nos permiten acercarnos no sólo al contenido de esa experiencia sino a la exquisita originalidad de su obra".

Cancion de Sulamita


Hazme saber, Amor, dónde apacientas,
dó guías tus rebaños, dónde vagas,
no huelle tras las ínsulas aciagas
las rutas de la tarde cenicientas.

Tu grey, oh tierno Amor, dó la sustentas
y con pastos riquísimos halagas,
mientras mi torpe corazón amagas
con sendas largas, y con horas lentas.

No principie a seguir de los pastores
los dispersos rebaños. Vida mía;
muestra, lejos, el sol de tus amores;

¡dime dónde apacientas todavía!,
y seguiré tu rastro entre las flores,*
por los fuegos del áureo mediodía.

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