La tradición dice que el primer iconógrafo fue San Lucas, el evangelista, que dibujó sobre la tabla de una mesa la imagen de la Virgen.
Los evangelios apócrifos hablan de una imagen que el mismo Señor Jesucristo dejó sobre un lienzo, llamado "el icono no hecho por mano de hombre" o "Santa Faz," que fuera llevado al Rey Abgar para que curara su mal.
Para entender el proceso histórico, se suele dividir la historia de la iconografía en varias etapas:
- Arte del siglo I
- Arte simbólico
- Período pre-iconoclasta
- Iconoclasmo
- Período post-iconoclasta
- Período de oro de la iconografía
- Decadencia del icono
- Icono de tipo renacentista
- El icono en la actualidad
La historia del arte de Roma, Grecia y Siria del siglo I, época en que Jesús de Nazaret vivía, muestra la moda del retrato, la perfección del dibujo, los colores y el conocimientos que tenían los artistas de la anatomía humana y animal. Por lo tanto no es de extrañar que los primeros iconos fueran realizados bajo la influencia del arte grecorromano y sirio. La tradición nos indica que la primera escuela iconográfica estuvo en Siria, en Palestina.
El dato más valioso se encuentra en la historia de la Iglesia" — Libro VII, Capitulo 18 — escrita por el historiador Eusebio (265-340). Eusebio dice que "ha visto" en Cesárea (Palestina), iconos de la Santísima Virgen, de Nuestro Señor, de Pedro, Pablo y de los apóstoles.
Muchos de los cristianos de los primeros siglos eran judíos, fieles seguidores de la Torra y de la Ley Mosaica. Para esos cristianos la "representación en imágenes" no era fácil de aceptar. Por eso el testimonio de Eusebio (que era reacio a aceptar los iconos) es muy valedero desde el punto de vista histórico.
Las persecuciones a los cristianos de los primeros siglos hicieron que el arte iconográfico, que recién surgía, se ocultase y, en cambio, el arte simbólico se hizo popular.
Los cristianos comenzaron a realizar, en lugar de los iconos, representaciones alegóricas y simbólicas, que en su mayoría se tomaban de los símbolos bíblicos, tales como el pez, el pan, las uvas, el cordero, la paloma, etc. Estas representaciones se multiplicaban en los lugares de reunión de los cristianos, las catacumbas.
Se decoraban las tumbas y las paredes. Son famosas las Catacumbas de Roma, de Pricilia y de Alejandría, donde todavía encontramos verdaderos tesoros históricos del arte simbólico e iconográfico.
El símbolo más común era el pez = ICTHYS, iniciales de las palabras "Jesucristo Dios Salvador." Los cristianos para reconocerse entre ellos dibujaban un pez. El ancla representa a la Virgen, como ancla de la salvación. El cordero es el Cordero Inmolado de Isaías, el Cristo Salvador. La paloma o las lenguas de fuego es el Espíritu Santo. El arco iris, la alianza entre Dios y el hombre. Una mesa con pan y una copa, la Eucaristía sobre el altar. Estas representaciones simbólicas continúan formando parte de la composición de los iconos.
A partir de la época del Emperador Constantino, el cristianismo deja de ser perseguido y es aceptado en el imperio, el icono vuelve a surgir como tal. Surgen dos estilos iconográficos bien definidos que van a dar origen al estilo románico y al estilo bizantino.
El estilo románico tiene la gran influencia del arte de Roma, con los dioses de esa época, por lo que surgen figuras del Cristo parecidas a Zeus o a Júpiter y angelitos con rizos parecidos a los hijos de Saturno, etc.
El estilo bizantino en cambio es influenciado por el arte sirio y el helénico. Grecia le da la elegancia y el equilibrio, y Siria le da su vigoroso impresionismo; pero ninguno cambia la "Esencia Religiosa" del arte bizantino. Se convierte en un arte religioso que une tres expresiones: la oriental, la helénica y la cristiana.
Desde Bizancio, el icono se extiende por todo el imperio y por todas las iglesias, en esa época el intercambio era fluido y cordial, tanto como las comunicaciones lo permitían, ya que las distancias eran difíciles de sortear, de tal manera que no hay diferencias sustanciales en el tipo de pintura.
Es preciso recalcar que la expresión iconográfica no surge del clero, nace de las comunidades, en los fieles, con la necesidad de explicar a los iletrados los textos bíblicos. Esto no quiere decir que el clero estaba ausente de esta expresión cultural. No sólo daba su visto bueno, sino que aceptaba ésta expresión artística y corregía su expresión dogmática.
La Iglesia a través de lo siglos custodió estas expresiones artísticas para que los iconos se realizaran bajo su dirección dogmática.
Así llegamos al período llamado "iconoclasta."
Iconoclasta — palabra griega compuesta — significa: icono = imagen; clasta = destrucción, devastación.
A lo largo de la historia de la iglesia ha habido siempre, por diversas razones, iconoclastas, algunos basados en principios dogmáticos, o teológicos, o en ideologías extrañas a la fe cristiana. Pero la irrupción del iconoclasmo se hace notable en un período importante y largo de la Iglesia, basándose en herejías y en las "discusiones" que éstas provocaban.
El iconoclasmo interrumpe el desarrollo de la iconografía bizantina, durante más de un siglo. Sin embargo, esta interrupción, no tiene tanta gravitación en otros lugares como en Roma y su zona de influencia.
Desde el punto de vista histórico el año 313 divide a la historia de la Iglesia en dos: la lucha por la vida, primero, y segundo la lucha por la doctrina.
Así vemos que en los siglos IV, V, VI y VII, surgen grandes santos y teólogos en oriente y occidente que establecen enormes "discusiones," escriben numerosos tratados y hacen lugar a seis "Concilios Ecuménicos" que fundamentan los principios del dogma Cristiano.
En el año 726, a raíz de esta lucha dogmática surge la llamada "lucha por la defensa de los santos iconos"; en esta época sobresalen San Juan Damasceno y San Teodoro el Estudita que se convierten en los grandes defensores del icono.
El arte iconográfico no pierde sin embargo, su continuidad histórica. Sobreviven murales en las iglesias de Hosios David, de San Jorge de Tesalónica, el Mausoleo de Galio Placido y el Baptisterio de Ravena, los mosaicos de San Apolinario, etc.
Durante el iconoclasmo se realizan, entre otros, en Roma los murales de San Cosme y San Damián. Se conocen también los iconos de la Virgen de las Tres Manos realizada por San Juan Damasceno, conservada en el Monasterio de Hilandar, de origen Servio, en el Monte Athos y la Virgen del Portal o de Iviron (Iveria), conservada en el Monasterio de Iviron también del Monte Athos.
El iconoclasmo es vencido, por que es una herejía total, y el icono retoma su verdadero valor en el "Séptimo Concilio Ecuménico" que restaura la veneración de los santos iconos, y es considerado como el triunfo de la ortodoxia.
A partir de ese concilio el "arte sagrado" se divide, como se dividen las iglesias de Oriente y Occidente. Esta división no se produce de un día para el otro, sino que se produce en el transcurso de tres siglos. De esta forma el arte bizantino perdura en Oriente; y en Roma surge el arte italiano que adopta características propias.
En el período post-iconoclasta surgen grandes escuelas iconográficas como la de Constantinopla, la de Creta, la de Tesalónica y otras que coinciden con la cristianización del pueblo eslavo; como la de Macedonia (Yugoslavia), Bulgaria, Rumania y Rusia.
Con la caída del "imperio bizantino," el imperio de la ortodoxia se traslada a los países eslavos, que reciben a los iconógrafos de muy buen grado. Rusia toma el lugar de Bizancio y se convierte en el "gran imperio ortodoxo" donde sobresalen las escuelas de Novgorod, Kiev y Moscú.
El período de oro de la iconografía comienza en el siglo XII, aparecen iconógrafos como Teofanes el Griego, Daniel, Andrés Rublev en Rusia, Pancelinos en el Monte Athos, entre los más renombrados.
De esta época encontramos las iglesias de San Eutemio y San Demetrio en Tesalónica, San Nikita en Servia, la iglesia del Protatón en el Monte Athos y la iglesia de la Anunciación de Moscú. De la gran dedicación de Andrés Rublev surge el icono de "la Santísima Trinidad" y "El Pantocrátor." Como muchos otros en diferentes lugares.
La decadencia del icono comienza en el siglo XVII, en Rusia, con el Zar Pedro el Grande, que saca a los iconógrafos de la iglesia. Pasan a convertirse en artistas seculares y realizan imágenes fuera de toda corrección dogmática, dando lugar después a la aparición del icono renacentista.
Esta influencia renacentista llega a los Balcanes y a Grecia en el siglo XIX, después de la guerra de la independencia (1821-1828). Los iconógrafos rompen con la tradición y utilizan el naturismo, y la técnica del temple es reemplazada por el óleo; buscan el fiel detalle anatómico y la belleza física; olvidan la perspectiva invertida y el arte de los símbolos.
Durante las últimas décadas ha resurgido el interés por el arte bizantino en el mundo.
En Grecia hubo una revitalización significativa gracias al renombrado iconógrafo Fotio Kontoglu (1895-1965), busca los orígenes del arte, los revitaliza y los da a conocer a través de sus iconos, sus publicaciones y conferencias. Surgen las escuelas en Atenas y de Tesalónica con maestros iconógrafos que inculcan a sus alumnos el respeto por la tradición.
Rusos exilados como Evdokimov y Leonidas Uspensky vuelven a las fuentes y publican libros donde se muestra la teología del icono, llevan sus enseñanzas a Francia, Alemania, U.S.A. y otros países. Surgen iconógrafos y escuelas iconográficas en todo el mundo, siendo las mas importantes la Francesa y la de Estados Unidos. En Rusia se comienzan a restaurar los iconos antiguos y se publican libros sobre los iconos y su restauración.
El icono ha ido ganando espacio. Inclusive en la iglesia romana, con motivo de cumplirse el milenio de la Cristianización de Rusia, ha publicado libros y reproducciones de iconos rusos y romanos en papel, llegando en los últimos años al "delirio del interés" con la caída del régimen comunista en Rusia, y la libertad de religion en ese país.

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