Hoy convocamos a la gente a orar: por nuestros muertos, por los damnificados, por los adoloridos, pero también por los vivos, por los héroes anónimos y por los solidarios. En contra de las voces apocalípticas que ven este desastre como un regaño de un Dios enojado con la humanidad, invitamos a todos a abrirnos a la esperanza: no todo esta perdido hay luz al final del camino. No es momento de preguntarnos por qué, eso tal vez nunca lo sabremos. Es momento de preguntarnos ¿Qué debo hacer? ¿A quien debo consolar? ¿A quien debo abrazar? ¿Cómo me uno a las iniciativas de acopio y ayuda?Muy a menudo la oración es considerada un último recurso. Sin embargo, no debemos pensar así. Es por la oración que deberíamos empezar todas nuestras obras con seriedad y confianza. Ningún problema es demasiado pequeño o grande para Dios. Fácilmente creemos poder hacer frente solos a las dificultades que se nos presentan. Entonces movilizamos todos los recursos que tenemos a nuestra disposición para superar el obstáculo. Pero, ¿es la manera adecuada de hacerlo? Debemos
abrirnos y confiar en que sólo Dios tiene las respuestas. A nosotros nos toca consolar, abrazar, amar, hacer comunidad.
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