“Fumata nera”, cartas descubiertas
Andrés Beltramo
No fue
negra, fue negrísima. La primera “fumata” del Cónclave iniciado hoy
tenía un color tan intenso que opacó a la misma chimenea metálica,
ubicada en el techo de la Capilla Sixtina. Una bocanada fumígena que
rompió el sentimiento de expectativa que reinaba entre las más de 30 mil
personas que se habían concentrado espontáneamente en la Plaza de San
Pedro. Un humo que parecía no dejar de salir, en la fría y lluviosa
noche romana.
Epílogo
de una jornada intensa para los 115 cardenales electores. Que comenzó
muy temprano para muchos de ellos, como el “papable” Odilo Pedro
Scherer, arzobispo de Sao Paulo. Poco después de las 6:30 de la mañana
salió al estacionamiento del Colegio Pío Brasileño de Vía Aurelia. No
quería hablar con la prensa y cuando un colega le preguntó: “¿Cómo se
siente?”, sólo atinó a responder: “¡Tengo frío!”. Nadie supo entonces si
esa frase se debió sólo a la condición meteorológica o a sus
circunstancias espirituales.
Lo cierto es que, poco después de las
7:00, los cardenales comenzaron a desfilar hacia la Casa de Santa Marta,
la residencia vaticana que los hospedará durante los días de Cónclave.
Muchos llegaron temprano, la mayoría con poco equipaje. Sólo lo
necesario. Al filo de las 10:00 ya estaban entrando en la Basílica de
San Pedro. Enfundados en casullas color rojo intenso y mitras blancas,
avanzaron lentamente hasta el altar mayor. De dos en dos fueron besando
la mesa y se colocaron alrededor, en un semicírculo formado por varias
filas de sillas.
La misa no fue conmovedora, ni
emocionante. Pareció más bien un momento de reflexión, de espera. En
parte porque quien la presidió no trasmitió gran cosa. Ni estupor, ni
sorpresa. La homilía del decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano,
fue parca, un tanto simplona. Destacó el llamado a la unidad del
cardenal, producto de una frase bíblica de san Pablo: “Los exhorto a
comportarse de manera digna de la vocación que han recibido, con toda
humildad, mansedumbre y paciencia, soportándose recíprocamente con amor,
tratando de conservar la unidad del espíritu a través del vínculo de la
paz”.
Partiendo de esta base Sodano hizo un
llamado a la unidad de la Iglesia y remató: “Todos nosotros, pues, somos
llamados a cooperar con el Sucesor de Pedro, fundamento visible de tal
unidad eclesial”. Mensajes cifrados y lecturas entre líneas aparte no
fue el mensaje de un pastor. Tal vez de un diplomático, y ya.
Pero la atención se concentró toda por
la tarde. Con la ceremoniosa procesión de los 115 cardenales de la
Capilla Paolina a la Capilla Sixtina. Con la letanía de todos los
santos, con el “veni creator spiritus”, con el juramento de los
purpurados ante el Evangelio y con el “extra omnes”, pronunciado por el
maestro de ceremonias pontificias Guido Marini a las 17:30. Una vez
cerrada la puerta del recinto, tuvo lugar la meditación de Prosper Grec,
purpurado mayor de 80 años. Y luego procedieron a la votación. Todo en
un lapso de poco más de dos horas y 10 minutos.
Sin demasiado afán especulativo, una
cosa resulta obvia: con el primer escrutinio de esta noche las cartas
quedaron sobre la mesa para los votantes. A esta hora (cerca de la
medianoche), quienes no puedan conciliar el sueño en la Casa de Santa
Marta estarán seguramente repasando los nombres pronunciados por los
escrutadores. La dispersión de los votos habrá sido más o menos
significativa. Pero ya quedó claro cuál de los candidatos obtuvo un
mayor consenso y a cuánto asciende la diferencia con el segundo o,
eventualmente, con un tercero. Quienes eligieron votar por personajes
que cosecharon mínimos sufragios deberán echar mano de su “plan b” o, en
su defecto, prepararse a transferir su preferencia a uno de los nombres
capaces de generar una tendencia en su favor.
En este escenario se plantean dos
posibilidades, a la base similares pero diversas en su manifestación. La
diferencia está en la magnitud de la dispersión. Si los votados hoy
fueron muchos y ninguno obtuvo una distancia considerable, el Cónclave
podría alargarse en un ejercicio de criba que duraría algunas y
escrutinios. Pero si ya emergieron personajes con capacidad de atraer a
sí consensos relativamente compactos, será más sencillo para los
cardenales dirimir en menos tiempo la situación. A no ser que se todo se
frene con dos grupos igualmente parejos. Aunque las premisas del
bipolarismo no parecen estar dadas de antemano.
Por lo pronto los electores afrontarán
cuatro votaciones este miércoles. Dos por la mañana y dos por la tarde.
El futuro Papa requiere un consenso igual o superior a dos tercios del
cuerpo electoral, es decir al menos 77 votos de 115 votantes. Todo en
espera que el espíritu santo sople, en los corazones y las mentes de
aquellos hombres de rojo.
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