Pues bien, sucede que nuestro cerebro también se puede hacer adicto a victimizarse, es decir nos gusta volver una y otra vez a recorrer aquello que hicimos mal, que nos hace sentir mal, porque encontramos una especie de placer malsano. Los errores del pasado tienen mucho poder, porque nos hacen sentir apenados, dolidos, indignos. Pero si de verdad creemos en la salvación traída por Jesús, debemos recordar que eso son sólo cadenas del pasado que arrastramos por puro gusto: ¡Dios verdaderamente perdona y olvida!
Si tuviéramos la oportunidad de regresar al pasado y cambiar algunas decisiones que tomamos, o evitar decir algunas palabras que dijimos, o evitar hacer cosas que hicimos, nadie lo pensaría dos veces. Pero las cosas que se hicieron en el pasado no se pueden cambiar. Nuestra garantía para olvidar el pasado es la promesa de Jesús de ser hombres y mujeres nuevos.
Muchos sueñan y dicen " cómo hubiera sido mi vida si me hubiera casado con tal persona?" o "¿Qué hubiera pasado si hubiera estudiado tal carrera?" o "¿Qué hubiera pasado si hubiera tomado tal decisión?" de sobra está decir que el hubiera no existe.
El consejo concreto es que hagas un ejercicio consciente de cuáles son los errores que no puedes olvidar, haz una lista completa con ellos y después quema ese papel, así tendrás una poderosa memoria de que, con el poder de Dios, eso ha desaparecido de tu vida.
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