Sería iluso pensar que un solo hombre puede solucionar todos los problemas de la Iglesia, y sin embargo hay quien es iluso. Recordemos que sólo Dios es quien guía la barca de la Iglesia, Mc. 4, 36-37.
Sería pecar de escéptico no alegrarse de que el papa sea jesuita, sin embargo hay escépticos que no se alegran. Jesuitas hay de todo, pero en su mayoría son hombres de Dios.
Sería ingenuo creer que por ser jesuita las cosas están garantizadas, sin embargo hay ingenuos que así lo creen. El mundo Vaticano no es la Compañía de Jesús, las diferencias son enormes.
Sería pecar de triunfalista asegurar que con Francisco I los jesuitas tendremos más prestigio, o mejores puestos, sin embargo seguramente habrá triunfalistas. Ignacio nos quería lejos del poder y las intrigas palaciegas, Lc. 22, 26.
Sería injusto esperar que Francisco sea un Juan Pablo II o un Benedicto XVI, sin embargo habrá muchos que piensen injustamente. Hay que darle tiempo y esperar lo mejor de un hombre que da señales de gran humildad, Lc 14, 11.
Sería malsano escarbar en el pasado de Francisco I para sacar todos los trapos sucios posibles, sin embargo habrá gente que sólo se dedicará a eso. Sería extraño que el mundo entero aplauda la elección de un Papa. (¿Algún hombre podría ser algún día aplaudido unánimemente por el mundo entero?)
Sería torpe no ver la labor del Espíritu Santo en esta elección de pontífice, sin embargo hay muchos que no ven al Espíritu por ningún sitio. Recordemos Mt. 16, 18: Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia.
Sería irresponsable no ver en esto un llamado de Dios a comprometerse personalmente más con la oración y el trabajo cotidiano, sin embargo habrá muchos irresponsables, Flp. 4, 6.
Sería triste no alegrarse por un papa religioso, pero sabemos que siempre habrá profetas de la amargura.
Sería negativo no ver en todo esto una invitación de Dios a renovarnos como Iglesia, y sin embargo habrá muchos que no profundicen ni un poco su fidelidad al reino Rm. 14, 17.
Por último dejo unas inspiradoras palabras de Benedicto XVI sobre la Esperanza (de su encíclica Spe Salvi):
Más aún: nosotros necesitamos tener esperanzas –más grandes o más pequeñas–, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar. De hecho, el ser agraciado por un don forma parte de la esperanza. Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza. Sólo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imperfecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que sólo llegamos a intuir vagamente y que, sin embargo, esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es « realmente » vida. (...)"
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¿Qué opinas de esto? Deja tu comentario!