En el marco entrañable del convento de San Juan de la Cruz de Segovia, en una tarde soleada y apacible, nos recibe el P. Willigis Jager en el despacho de amplio ventanal. El aire está impregnado de fragancia de mirra. El P. Jager ya es conocido en nuestro país desde el año 1982, cuando por primera vez vino a dar un curso. Es autor de varios libros y escritos. Traducidos al español hay: "La oración contemplativa según san Juan de la Cruz" (Edit. Obelisco) y "Contemplación, encontrar a Dios hoy" (Edit. Narcea, Madrid). En preparación: "En busca del sentido de la vida".
El
P. Willigis reúne en sí las características de ser monje benedictino y a la vez
maestro Zen, discípulo de Yamada Roshi.
¿Como
definiría usted la contemplación?
Toda
religión, aparte de sus enseñanzas, rituales y liturgia, o sea, de los
elementos esotéricos, conoce un camino a la experiencia, es decir, un camino
esotérico. Y en el cristianismo, durante toda la Edad Media, se utilizó el
término "contemplación" para el sendero que conducir a la experiencia
de lo divino. Diferenciamos entre tres grados en la oración cristiana:
2.-
La oración meditativa: meditatio.
3.-
La oración contemplativa: contemplatio.
La
última forma de oración se enseñó hasta bien entrada la Alta Edad Media.
¿Quiénes
la practicaban?
Los
grandes místicos de Occidente, como por ejemplo, Casiano, Evagrio Pontico,
Dionisio, Buenaventura, el maestro Eckehart, Hugo de san Víctor, los autores de
la "Filocalia" y de la "Nube del no-saber" respectivamente, Teresa
de Jesús, San Juan de la Cruz, Madame Guyon...
No
menciona usted a Ignacio de Loyola, cuyos ejercicios son tan extendidos hasta
hoy en la Iglesia Católica.
No,
no le menciono porque él abandonó la tradición, entendiendo por contemplación
también una oración que incluye la imaginación, las representaciones, que
pertenecen al ámbito de la meditación.
¿Cuál
es la diferencia entre meditación y contemplación?
Hoy
en día, lamentablemente, ya no se utilizan estos dos términos en sus formas
originales. La meditación, según la clasificación tradicional, se refiere a los
dones intelectuales y sensuales del ser humano: la razón, los sentimientos y
los sentidos, ocupándose de imágenes, palabras y metáforas que estimulan las
potencias del alma. Pero los que se encaminan a la contemplación han de dejar
atrás la meditación durante este ejercicio. Por otro lado, se da por supuesto
que los que se dediquen a la contemplación ya han practicado intensamente las
otras dos formas de oración. La contemplación únicamente es posible cuando
queden calladas la razón, la memoria y la voluntad. Todas las potencias del
alma están aquí pasivas. Ninguna idea o contenido serán admitidos, incluso
habrá que abandonar todas las visiones, pensamientos e ideas religiosas.
Contemplación es un "puro mirar"; algo le va sucediendo al orante. Se
trata de despertar el verdadero ser divino.
¿Que
tipo de instrucción para la oración contemplativa dieron los anteriormente
citados místicos?
San
Juan de la Cruz, en su libro "Llama de amor viva" (III,36) escribe,
por ejemplo, que en cuanto el alma comience a entrar en ese estado sencillo y
sereno de la contemplación, agotándosele la meditación, nunca deber intentar
figurarse cualesquiera meditaciones o agarrarse a consolaciones espirituales.
Los
caminos esotéricos de Oriente, como son el Vipassana, el Zen, y algunas formas
de Yoga, tienen un gran parecido con la contemplación. Las instrucciones
básicas se asemejan mucho. La contemplación, en su sentido puro, es un camino
paralelo a dichas formas orientales y, en mi opinión, debería volver a
utilizarse este término en su concepto clásico dentro del ámbito cristiano.
Háblenos
un poco más de las clasificaciones de la oración cristiana.
Bien,
pues tenemos, además, la clasificación de la oración apofática y de la
catafática (Apo=fuera; Kata=correspondiente; Phatis=discurso, palabra). La
espiritualidad catafática utiliza contenidos de la consciencia, o sea,
imágenes, símbolos, ideas, conceptos, creyendo que el ser humano los necesita
para poder acercarse a Dios.
La
espiritualidad apofática equivale a la contemplación, siendo orientada a la
consciencia pura, vacía, con el fin de que lo divino pueda llegar a
manifestarse en ella. Los contenidos se consideran aquí un obstáculo. Mientras
la consciencia quede apegada a imágenes o conceptos, aún no se ha llegado allí
donde tiene lugar la verdadera experiencia de Dios, pues éstos oscurecen lo
divino.
En
su opinión, ¿hay muchos cristianos que practican la contemplación?
La
gran mayoría de los cristianos, igual que la mayoría de las personas de las
demás grandes religiones, va por el camino catafático, o sea, se sirve de
imágenes, ideas, palabras. Por esto, la espiritualidad catafática desempeña un
papel fundamental en todas las religiones. Y éstas necesitan las imágenes, los
conceptos, porque sin ellos no se puede comunicar ninguna fe; pero, por otro
lado, se corre el peligro de conferirles demasiada importancia.
¿Cómo
ve Vd. la mística frente a la teología?
Bueno,
la mística y la teología son los dos pilares de la religión y únicamente cuando
ambos existen altamente desarrollados y en equilibrio, la vida religiosa
florece de veras. Por eso, para la mística, la contemplación ha sido la
verdadera meta de la pedagogía de la fe. Pero tengo que añadir que la mística
o, lo que es lo mismo, la espiritualidad apofática, ha sido considerada por la
Institución como algo sospechoso. No le faltó razón a veces, especialmente cada
vez que el camino místico se volvió en alto grado antiteológico o incluso
anti-intelectual, llegando a caer incluso en lo para-psicológico.
¿Quiénes
están llamados al camino de la contemplación?
En
los últimos siglos se creyó que solamente "algunas personas
escogidas" eran aptas para tener una experiencia mística y, hasta hace muy
poco, en los mismos conventos fue necesario tener un permiso especial para
poder leer los escritos de San Juan de la Cruz o del maestro Eckhart, aunque
los místicos mismos recomiendan esta forma de oración a todo el mundo, en
especial a los religiosos. Madame Guyon, por ejemplo, escribe: "Todos son
aptos para la oración interior. Es una gran desgracia que la mayoría de la
gente cree no estar llamada a ella. Pero lo estamos todos, igual que lo estamos
a la redención".
Y
San Juan de la Cruz escribe en el prólogo a la "Subida al Monte
Carmelo" que ese libro trata de cómo podrá prepararse el alma para unirse
con Dios rápidamente, asimismo de las diferentes maneras e instrucciones para
principiantes y adelantados. Y en el cap. II, 15,4 pasa a decir que está
convencido de que todo el mundo posee las condiciones necesarias para ello,
puesto que esa luz (de la contemplación) nunca le falta al alma, pero que debido
a las imágenes creadas y a los velos que tapan el alma, no entran en ella.
Para
Luis Blosius, benedictino del siglo XIV de Francia, el estado de la
contemplación es, por lo menos para todo religioso, lo más natural del mundo. Y
llega a decir que si esta perfección le parece demasiado alta a alguien, esa
persona, para él, no es ningún monje.
¿Cree
Usted que la contemplación es lo suficientemente conocida entre los guías y
directores espirituales cristianos?
No,
lamentablemente no, y habrá que preguntarse el motivo. Sorprende, por ejemplo,
ver que en todas las publicaciones con motivo del 400 aniversario de San Juan
de la Cruz (1591-1991), no se encuentra nada referente a la práctica de su
camino de contemplación. Hoy día, muchos cristianos se dirigen hacia Oriente en
busca de caminos esotéricos, porque en el cristianismo no encuentran las
instrucciones necesarias. Hay quienes han abandonado la Iglesia, uniéndose a
grupos esotéricos libres. Hay muchas más personas místicas de lo que la
Institución se puede imaginar.
¿Nos
puede decir algo más acerca de las prácticas tradicionales cristianas?
Hay
ciertas estructuras básicas en la mística que son iguales en todas las
religiones. O bien se recomienda la concentración de la consciencia mediante
una imagen, un sonido, una palabra, la respiración, la luz, o sea, mediante un
contenido como foco donde se concentre la consciencia, o bien la mantienen
libre de cualquier contenido o estructura, ya sea ésta de índole material,
psíquica o intelectual.
Hablaré
primeramente de la concentración de la consciencia.
Los
monjes, desde siempre, han conocido la interiorización con ayuda de la
respiración. Recomiendo a este respecto la lectura del libro La Filocalia que
describe la vida oracional de los monjes de la Iglesia Oriental.
Aparte
de esto, siempre se ha considerado importantísimo sentarse durante largos
períodos en quietud. Esto podrá hacerse en un banco de una iglesia, en casa en
una silla, en un banquillo, o sobre los talones. El citado libro de la
Filocalia también describe este ejercicio.
Luego tenemos el ejercicio con una palabra. Casiano,
que nos cuenta la vida y oraciones de los eremitas y cenobitas del desierto,
describe este ejercicio ampliamente y recomienda la frase: "Oh Dios, ven
en mi ayuda, Señor, date prisa en socorrerme" (1). A este respecto recomiendo la lectura de sus
"Colationes X".
La
"oración continua" que nos recomienda Jesús (Lc 18,1) únicamente
puede tener lugar en el nivel contemplativo cuando, después de haber practicado
durante un período largo, "está rezando en la persona", habiéndose
formado un hábito en el alma que una y otra vez vuelve a conducir a la
experiencia de la oración. La "buena opinión" que muchos cristianos
practican, no es suficiente para ello.
El
autor de "La Nube del No Saber", en los capítulos
7,36,37 y 39, da instrucciones para el uso de la palabra en la contemplación.
Cuando
se haya progresado hasta cierto punto en la oración, ya no se observa la
respiración, sino el sonido. Habrá que "cantar" interiormente, por
así decir, la vocal, conduciendo ésta la respiración. La meta consiste en
hacerse uno con la palabra, mejor dicho, con el proceso de "cantarla"
o pronunciarla interiormente. Hay que volverse el sonido mismo, entonces se va
sosegando el fuero interno. La consciencia queda concentrada en la palabra o en
la vocal, con lo cual se consigue el desprendimiento de todo lo demás.
La
contemplación cristiana siempre va acompañada de entrega y amor (caridad).
Nuevamente remito aquí al libro de la Nube del no-saber, cuyo autor recomienda
cargar la palabra con entrega, amor y confianza. Esto, únicamente en apariencia
contradice la indicación de no quedarse apegados a los sentimientos. Tanto el
amor, como la entrega y el anhelo son emociones básicas de nuestra alma
perfectamente aptas para acompañar la palabra. Nos orientan y sirven para el
recogimiento. Alguien que tiene sed, no tendrá que pensar en agua, pues está
completamente impregnado de las ganas de beber agua. Lo mismo ocurre con el
amor. Quien ama de veras, quien tiene nostalgia y quien se entrega, no está
distraído...
Pero
no hay que sorprenderse ante la falta de tales sentimientos. El camino lleva
por largos trechos de sequedad, por el desierto y la noche, como nos lo dicen
los místicos. Y justamente entonces es fundamental seguir con la oración,
aunque la sequedad frustrante nos invada. La sequedad se encuentra en el nivel
personal de la afectividad. Es nuestro yo que se frustra, y a ese yo habrá que
abandonarle de todas formas. La sequedad para la mística es, por lo tanto, un
instrumento y una ayuda de Dios en el proceso del desprendimiento.
Referente
al ejercicio del vaciamiento de la consciencia, el autor de "la Nube del no-saber" habla de la percepción
del propio ser. En el transcurso del ejercicio, se llegar a percibir un fondo
donde harán su apariencia pensamientos, sentimientos e intenciones. Los
pensamientos y los sentimientos se originan allí, pero no son el fondo más
profundo. El citado autor denomina este fondo el Ser. Sus instrucciones a este
respecto me parecen ser las más importantes de su libro. El mirar al Señor es
un ejercicio que se practica en muchos caminos místicos, aún y cuando se le dan
diferentes nombres. La meta siempre consiste en el vaciamiento de la
consciencia, pero no por el vacío en sí, sino porque tan sólo en el vacío podrá
manifestarse genuinamente la plenitud de Dios, pues el ojo tendrá que ser
incoloro para poder mirar el color auténtico. Uno se desprende de pensamientos,
sentimientos e impulsos de la voluntad; El ser humano se parece a un espejo que
refleja todo sin identificarse con nada.
En
este estado aún quedan dos: un yo que experimenta y aquello que es
experimentado. Seguir adelante a partir de aquí resulta realmente muy difícil.
La meta consiste en abandonar el yo para experimentar exclusivamente el Ser de
Dios. Y esto no se consigue mediante un acto de voluntad. No queda otra cosa
que seguir fielmente con el ejercicio. Las instrucciones siguen siendo las
mismas que antes: ¡Mantente en el ejercicio! ¡Húndete en él! Entonces podrás
recibir el don de la experiencia. Una auténtica experiencia mística es algo que
nos ocurre, nunca la podremos producir.
¿Nos
podría decir algo acerca del camino de la contemplación de los Padres del
Desierto?
El
Padre Juan Casiano resume el sendero de la oración contemplativa con las
palabras "pureza de corazón". Corazón, para él, es la capacidad
básica del conocimiento, mejor dicho, de la experiencia. Es esa chispa del alma
con la que no solamente experimentamos nuestra auténtica vida divina, sino que
es esa vida divina misma. La experiencia no se alcanza con el discurrir o por
medio de palabras que se queden en la memoria. (Véase a este respecto el
prólogo de sus Colationes).
El camino a la
experiencia llega a través del saber del camino, a través de la
"praktik‚" Esta se divide en tres apartados:
- El trabajo en el
hombre interior (lucha contra el pecado)
- El servicio en pro de
los hermanos
- El volverse igual a
Cristo
La primera meta que se
deber alcanzar es la pureza del corazón. La contemplación es la meta verdadera
y última de toda vida monástica. Pero siempre ser un don y nunca depende de la
voluntad. Por ello, la meta más cercana a la que se aspira, es la pureza del
corazón (puritas cordis). (Colationes I,4 y I,7).
El
proceso de liberación, que más tarde llamaría san Juan de la Cruz la
purificación activa y pasiva, es un proceso psicoespiritual que, en primer
lugar tiene que ver con el trabajo de las perturbaciones psíquicas, como por
ejemplo, los traumas infantiles, los esquemas inculcados en la educación y los
trastornos diversos en el inconsciente personal. Además, purificación también
significa liberación de todo dominio de los impulsos.
De
entre los Padres del Desierto destaca sobre todo el monje Evagrio Póntico,
quién ha influido grandemente en la mística cristiana. Referente a la oración,
nos habla en especial de dos grandes Padres del Desierto, ambos de nombre
Macario. Recomienda "darse totalmente a la oración sin tener en cuenta ni
las preocupaciones ni los pensamientos que surjan en el transcurso. Lo único
que consiguen en ti es molestarte e intranquilizarte para finalmente tambalear
tu orientación tan decidida".
La
importancia de Evagrio Póntico estriba en su claridad. La contemplación es
atención pura. La persona auténticamente contemplativa ve el lugar de Dios.
Asimismo, Evagrio Póntico aconseja quedarse durante períodos largos, sin
interrupciones, en el ejercicio de la oración. Dice: "Cuando estés en
oración, no te preocupes de las necesidades de tu cuerpo, porque si lo haces,
podrías dañar ese don inigualable que se te da en la oración debido a una
picadura de una pulga, de un piojo o de un mosquito".
El
centro de la contemplación siempre lo constituye la ausencia de imágenes e
ideas, y Evagrio Póntico dice al respecto: "Cuando ores no te imagines a
la divinidad bajo una misma imagen. Mantén tu mente libre de cualesquiera
formas y acércate al Ser inmaterial sin ninguna materia, pues únicamente así lo
conocerás".
El
camino del ejercicio consiste en la transformación y maduración hacia alcanzar
un estado mental completamente receptivo. Para los monjes, Jesús es el orante
místico perfecto. Su oración en el monte y en la soledad era la
"apateia", el mirar a Dios. Según Casiano, los monjes deberían
mantenerse en la oración de la misma manera que lo hiciera Jesús cuando se
encontraba en el estado de la experiencia profunda de lo que él llamó
"Padre" al estar orando en el monte. Y Casiano critica a los mojes
que no saben orar sin representarse algún tipo de imagen.
¿Porqué
y cómo se produjo el declive de la
mística?.
Hasta
hace unos 200 años, la contemplación solía formar parte de la pedagogía de
oración. Quisiera citar aquí a Thomas Keating, abad cisterciense de los EE.UU.,
que en un resumen de la historia de la contemplación, cita los diversos motivos
que han influido en el hecho de que esto ya no sea así:
- La desgraciada tendencia a
rebajar los "ejercicios espirituales" (Ignacio de Loyola) a un
método de meditación discursiva.
- El enfrentamiento de la Iglesia
establecida con el Quietismo y su radical condena de esta corriente. La
pedagogía del Quietismo consiste en un dejar hacer pasivo y en abandonarse
a la guía de la gracia. Esto, en la Institución generó un miedo latente
ante toda mística, haciendo que cayera en descrédito.
- El Jansenismo y sus
influencias. El Jansenismo se acerca mucho al Determinismo: el ser humano
está predestinado y poco puede hacer para cambiar esta condición. Dios
escoge a la persona y le concede la gracia de actuar bien, obrando así su
redención.
- La sobrevaloración de las
visiones y revelaciones privadas y la consecuente desvalorización de la
liturgia.
- El confundir la auténtica
naturaleza de la contemplación con fenómenos como la levitación, el hablar
en lenguas, los estigmas y las visiones.
- El confundir la mística con la
beatería.
- La desfiguración de la imagen
de los místicos y la equiparación de la mística con un ascetismo
divorciado de la realidad.
- El incremento del legalismo de
la Iglesia Romana.
Aparte
de esto, dice Keating, la erradicación de la contemplación fue definitiva
cuando se llegó a afirmar que era una temeridad aspirar a la oración
contemplativa.
Alentados
por los caminos esotéricos de Oriente, muchos cristianos de nuestros días
vuelven a acordarse de su propia tradición. Pero su interés no estriba en
disertaciones teoréticas sobre místicos, sino en los caminos a la experiencia
que éstos nos legaron.
Padre
Jaeger, le agradecemos esta entrevista y esperamos que la contemplación vuelva
a tener su lugar perdido en la pedagogía de la oración cristiana.
__________________________________
(1)-
Naturalmente la recitación se hacía en griego, o en alguno de los idiomas
antiguos, de manera que la frase quedaba mucho mas compactada; algo parecido a
lo que puede ser "Kyrie Eleison". Todo esto nos llevaría a cuestionar
el valor de las lenguas actuales para la oración... pero este es otro tema que
merecería todo un estudio; quizás más adelante... (N.D.R)
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