jueves, mayo 30, 2013

Vivir con desapego

Hay una sola cosa que origina la infelicidad: el apego. ¿Y qué es un apego? Es un estado emocional de vinculación compulsiva a una cosa o persona determinada, originado por la creencia de que sin esa cosa o persona no es posible ser feliz. Un apego no es un hecho. Es una creencia, una fantasía de tu mente, adquirida mediante una "programación". (Anthony de Mello)
Desapegarse no es negar  nuestro amor, ni nuestro deleite por las cosas. Muy por el contrario, el  desapego es vivir intensamente cada segundo que estamos con las personas y que  disfrutamos de las cosas. Sólo cuando nos desapegamos de las cosas podemos  disfrutarlas enteramente. Por ejemplo, en una amistad, sólo cuando vivimos la  amistad libremente, sin apegarnos a ella, sin pesar qué pasaría si la  perdiéramos, etc., podemos disfrutar cada momento de esa amistad. Lo mismo con  las cosas, cuando nos apegamos a las cosas no las disfrutamos pues siempre  tenemos miedo a perderlas. Es como una persona que cuida tanto su auto que por  no chocarlo prácticamente no lo usa. Es lo que sucede en las adicciones. La  relación con las cosas en las adicciones está motivada por el llenar un vacío,  no por el disfrutar de las cosas. El alcohólico no es un buen catador de vino,  no disfruta el vino, lo engulle con ansiedad. El adicto al sexo generalmente  no conoce el erotismo, pues más que el sexo mismo mira la conquista y el  acumular cuanto placer sea posible.
En la tradición cristiana quizás quien mejor describe el  desapego es San Agustín en su libro "Del Libre Albedrío". Ahí nos dice que los  deseos desordenados son la fuente del los actos en contra de Dios. Porque  deseamos algo desordenadamente, estamos dispuestos a hacer cualquier cosa para  poseerlo. Así, por ejemplo, el amor desordenado al dinero lleva a algunas  personas a estafar. San Ignacio, por su parte, habla de los "afectos  desordenados" que nos alejan de la voluntad de Dios. El principal objetivo de  sus Ejercicios Espirituales es librarnos de esos afectos y crecer en libertad  para elegir lo que más y mejor nos conduzca hacia Dios.
El disfrute de las cosas supone un  desapego, pues para disfrutar intensamente tenemos que estar profundamente  presentes en lo que hacemos. El buen bailarín se transforma y se abandona en  el baile, el buen amante se entrega en el acto amoroso, el místico se abandona  en la oración.

Las cosas y las personas se nos regalan y tenemos que  vivirlas como gracias, no como posesiones. La espiritualidad del desapego  supone vivir cada momento sin contaminarlo sin  ánimo de posesión, sin  ansiedad y sin contaminar nuestra vivencia de ellas con el futuro. El desapego  es el arte de vivir la gratuidad del momento.  Sólo el que vive la vida  con desapego puede disfrutarla y ser feliz. Quien vive apegado a la vida,  cuidándola, "ahorrándola" no la disfruta pues el miedo a perderla lo llena de  ansiedad y le impide gozarla. 

1 comentario:

  1. Muy interesante,me gusta mucho este tema, intentaré aplicarlo..

    Saludos!!

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