1. El objetivo final de toda oración, es la transfiguración del orante: la figura del hombre, del hombre viejo, tiene que eclipsarse ante el resplandor de la figura de Jesús.
2. De lo que tratamos bastaría que quedara una pregunta: ¿Qué haría Jesús en mi lugar? Aplicar todo a mi vida: sentimientos, actitudes, reacciones, etc. de Jesús.
3. Se oye una calumnia: actividad orante es igual a la actividad alienante. Es cierto, en embargo, en el sentido que muchas personas rezan pero no cambian.
4. En un tiempo orar equivalía a encerrarse en sí mismo buscando por encima de todo la serenidad de la mente y la satisfacción emocional, olvidándose de la conversión y de los problemas del mundo.
5. La auténtica oración aterriza en compromiso de vida. La oración es, de alguna manera, fruto y expresión de amor, y el amor tiene dos vertientes: amor a Dios y amor al prójimo
6. El profeta Ezequiel asegura que nuestro Dios encamina a los hombres a la soledad del desierto “para litigar con ellos cara a cara” y hacerlos pasar, uno a uno, bajo el cayado. Nunca deja en paz al hombre aunque siempre le deja la paz.
7. Jamás vi en m vida a un hombre que, nadando en riquezas, salud y prestigio, se entregara incondicionalmente a la acción de Dios.
8. He observado lo contrario: hombres y mujeres regresando rendidos a la casa del Padre tras haber experimentado situaciones límites de enfermedades graves, colapsos financieros y fracasos.
9. El Padre permite que el hombre aparezca derrotado, en ruinas…para que así desnudo e impotente, se convierta en materia maleable. Aquí extiende la mano al hombre y lo levanta hasta las cimas más encumbradas. Es la pedagogía divina.
10. El encuentro con Dios, cuando es profundo, es eminentemente transformante. Dios asume y consuma el “yo” egocéntrico y obliga al hombre a internarse en los anchos espacios del amor.
11. Ese “yo” entre comillas, resulta ser una loca quimera, una mentira. En suma, un ídolo. Vive entre delirios de grandeza. Cuando cree que ama, en realidad se ama. Cuanto más tiene, cree ser más “señor” cuando en realidad es más esclavo.
12. Por las locuras de grandeza, el hombre se castiga a sí mismo con envidias, rivalidades y temores. Es la causa de hermanos contra hermanos.
13. El deseo de ser “adorado” engendra el temor de no ser adorado. La mitad de su vida el hombre lucha y sufre por conquistar una imagen y otra mitad vive aterrorizada de perder esa imagen.
14. En resumen: el hombre es esclavo de sí mismo. Debe reemplazar el dios “yo” por el Dios verdadero. Sustituir el “yo” por el “Tú”.
15. La salvación consiste en que Dios sea mi Dios. Para esa es necesario despojar el corazón de todos los dioses, de todas las manías de grandeza.
16. Por el sendero de los “nadas”, dice San Juan de la Cruz, subiremos a la cumbre del Todo: al pobre que está desnudo, lo vestirán, y al alma que se desnudare de sus apetitos, quereres y no quereres lo vestirá Dios de su pureza, gusto y voluntad.
17. Ante el resplandor del Rostro de Dios, el “yo” se desvanece y desaparece igual que las estrellas se eclipsan ante el resplandor del sol.
18. Una viva experiencia de Dios resquebraja el núcleo central del “yo” que se desmorona y los círculos egocéntricos pierden su órbita y su centro; con lo que las máscaras y ropajes se las lleva el viento y el hijo, adquirida la libertad y la sabiduría, emprende el glorioso camino del Amor.
19. En resumen: no podemos amar a los demás si somos el centro exclusivo de nosotros mismos. No podemos preocuparnos de los demás si sólo nos preocupamos de nosotros mismos.
20. A veces hablamos de vida de oración y otras de vida con Dios; en embargo la vida con Dios encierra contornos mucho más vastos y complejos que la expresión vida de oración.
21. Vida con Dios implica compromisos concretos y exigentes en un largo proceso de transfiguración, proceso en el que el orante va muriendo lentamente a aquellos rasgos negativos de personalidad que se oponen al espíritu del Señor.
22. Todo el proceso de santificación consiste en retirarme yo de mis propios territorios para que los ocupe el Señor…Nunca llegaremos a ser humildes y pacientes como Jesús, pero podemos estar haciendo actos de paciencia y humildad como Jesús aunque en medio de constantes recaídas.
23. La vida entera deberá ser una Pascua, un eterno estar pasando de una orilla a la otra del río, es un proceso nunca acabado de irnos despojando del hombre viejo…
24. No nos hagamos ilusiones porque las ilusiones acaban siempre en desilusiones. No existe nada total: no existe conversión total, madurez total, equilibrio total…
25. Nuestra vida es un caminar en medio de muchos retrocesos, contra marchas, caídas y recaídas, y sin asustarse por ello. Las caídas no tienen importancia. Lo importante es levantarse después de cada caída y partir de nuevo.
26. Nunca se ha visto que un bebé, cuando comienza a andar, se suelte de los brazos de la madre y se lance a correr como un corderito. Después de muchísimos ejercicios que le hace su madre, lo suelta y el niño da un paso y diez caídas. Después de mucho tiempo se equilibran sus pasos y caídas. En la vida todo es lento y evolutivo.
27. En la vida hay que tener una comprensión inagotable primero consigo mismo. ¿Entristecerse? De nada. Pacientemente volver a hacer acatos de abandono. Jesús tuvo que repetir una y otra vez las palabras de abandono allá en la noche de Getsemaní, en la Hora de la redención.
28. A veces se pasa en silencio ante una grosería de familia, después de una buena oración matutina. Y a la tarde de ese mismo día, por una palabrita de otro, estalla una reacción desproporcionada. Somos así. No existe nada que sea total.
29. El camino de la santidad está jalonada de recaídas y fracasos. ¿Entristecernos por esto? De ninguna manera. Simplemente aceptar con paz, y de entrada, que la realidad es así, y después de cada recaída, partir de nuevo en alas de la esperanza.
30. ¡CAMBIAR? No se puede cambiar. Los códigos genéticos acompañan a la persona desde que nace hasta que muere. No se puede cambiar, se puede mejorar.
31. Se cuenta que tal persona que era insoportable, después de un grupo de oración, cambió totalmente. Fue una verdadera conversión. Pero si después de un tiempo abandona todo trato con Dios en la oración y los sacramentos, veremos como vuelve a ser la de antes…
32. Por experiencia sabemos que si uno abandona el trato con Dios y su vida cristiana, vuelve a su mala vida: amor propio, orgullo, impaciente, agresivo, nervioso…
33. Si Jesús está en nuestra vida, habrá un cambio, una transformación, es un morir y un nacer de nuevo. Morir a mí para vivir “a” Jesús, sirviendo a los demás.
34. TALLERES DE ORACIÓN – Que se llama “desierto” al hecho de retirarse en soledad y silencio o para “estar con” el Señor un mínimo de 4 horas, generalmente en el seno de la naturaleza, o en un cuarto, o en una capilla o en cualquier lugar solitario.
35. Ese Jesús con quien he tratado, baja conmigo a la lucha de la vida. Con Él a mi derecha las dificultades se asumen con facilidad, las ofensas se perdonan sin dificultad, las repugnancias se aceptan con naturalidad, la amargura se transforma en dulzura, la irritabilidad en mansedumbre. Crece el amor, aumentan las ganas de estar con Él.
36. Lo mejor es que Jesús resucitado alumbra con su resplandor el mundo desconocido del inconsciente. Lo más importante de nosotros es la desconocido de nosotros.
37. Hacemos lo que no queremos porque desde esas galerías inaccesibles y oscuras del inconsciente emergen los impulsos desconocidos que nos asaltan y dominan.
38. Siempre he pensado que el gran desafío de Jesucristo como redentor del mundo es cómo llegará a redimir el inconsciente del hombre.
39. En la oración de profundidad Jesús tiene que llegar a esos abismos, iluminar y revestir con su presencia aquellos impulsos originales y salvajes a fin de que, cuando salgan al campo del comportamiento, lo hagan según el estilo de Jesús.
40. Esa llaga abierta hay que cicatrizarla: puede ser un rencor viejo, una frustración profunda…en cada momento de intimidad el orante siente que Jesús, con su mano de médico divino, va curando esa herida. Todos los días son miles los que Cristo cura y sana.
41. Hay gentes que no viven sino que agonizan bajo la nube de temores, ansiedades, miedos irracionales, inseguridad y muchas cosas que no saben de donde vienen ni a donde le llevan.
42. El que ora de verdad va sintiendo poco a poco que el viento de Jesús va arrastrando esa nube cargada hasta que, finalmente brilla un cielo azul sobre el alma.
43. En los Talleres de Oración y Vida todo el programa lo reducimos a una simple pregunta: ¿qué haría Jesús en mi lugar?. Quedémonos con esta inquietud.
44. ¿Cómo miraría Jesús a esta persona tan antipática?. Voy a pensar en adelante que yo ya no soy yo; yo “soy” Jesús; y voy a tratar de mirar con los ojos de Jesús, con esa mirada del corazón más dulce y amoroso y tal persona se vuelve a mis ojos un encanto de persona.
45. Si Jesús estuviera en mi lugar, ¿cómo respondería a estas palabras tan groseras que me dicen? Jesús no conoce de amor propio, su reacción es siempre de amor.
46. En cualquier dificultad me voy a presentar como Jesús, con un semblante interior y exterior de paz. Sin abrir la boca les estaré gritando que Jesucristo vive.
47. El mejor programa de santificación cristificante: sentir como Jesús sentía, pensar como Jesús pensaba, hablar como Jesús hablaba, amar como Jesús amaba, pisando siempre sus pisadas.
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