Por Javier Melloni
Egied van Broeckhoven (1933-1967) fue un jesuita flamenco que murió a los treinta y cuatro años de edad en un accidente laboral. Durante sus años de formación en la Compañía de Jesús se planteó la llamada a la Trapa o a la Cartuja hasta que entendió que para él la zarza ardiente de la contemplación estaba en los barrios obreros de Bruselas. Esta llamada le llevará a un progresivo descendimiento a los infiernos. Diversos accidentes laborales fueron estigmatizando su cuerpo hasta que murió estrellado contra unas planchas de acero, con los brazos extendidos, como Cristo en cruz. Conservamos el testimonio de su itinerario gracias a un extenso diario personal donde fue anotando sus reflexiones y vivencias hasta la víspera misma de su muerte. Tres temas van apareciendo continuamente: el fondo trinitario de su experiencia de Dios (por el Hijo en el Espíritu hacia el Padre); el valor místico de la amistad; y su atracción por los más pobres y desvalidos.
En el camino hacia la clínica [donde tiene que ser curado de una herida
causada por un accidente laboral] gran consolación, experiencia mística completa: cómo, desde el Océano de Dios, desde su poder infinito, el Hijo ha venido hasta mí: cómo en un encuentro personal yo he sido colocado en este mundo en el Hijo, por el Hijo en su divinidad y su humanidad, y cómo yo voy hacia el mundo para ir hacia el Padre con el Padre en el Hijo (…). He experimentado la Plenitud de la vida que circulaba a través de mí, y por esto, que me habitaba una gran fuerza, con una gran paz, sabiendo que me hallo allá donde el Amor quiere que esté.
Visita de Ahmed [un marroquí compañero de trabajo]. Estamos un buen rato
estrechándonos las manos: “Somos pobres”. El Señor estaba allí, sin dudarlo.
Todo trabajo, no importa en qué nivel, es una participación en el trabajo del Padre engendrando al Hijo en el Espíritu.
Deseo profundo y necesidad intensamente experimentada de poder, desde
ahora, a fuerza de desearlo, vivir y realizar, en medio de los destellos del Fuego divino, la fuerza de su Presencia. Cómo todo está salvado en Dios; la amistad, el trabajo, etc.
Una persona no puede ser captada en toda su profunda riqueza sino es
cuando se ve la luz que resplandece en el fondo de ella misma e ilumina desde allí todo el resto. Pero para percibir todo esto se requiere el desprendimiento de todo lo que no sea la luz.
Mi amigo es como una ciudad en la cumbre de un volcán. Peregrino, yo
subo hacia ella; en el corazón de esta ciudad se halla un templo habitado por Dios, Trinidad de personas. Señor, ayúdame a no instalar nunca mi tienda en la periferia de esta ciudad.
Hemos de amar a los demás porque “son de Dios”, y amándolos así somos
del todo y enteramente “de todos”. Nos amamos los unos a los otros hacia Dios, que es lo mismo que decir hacia nosotros y hacia los otros.
Para hallar a Dios no basta con decir que Él es mucho más profundo o más
rico que la persona querida; porque decir eso es todavía relegarlo a la superficie.
Hay que decir que la intimidad de esa persona se halla situada en Dios. De este modo se introduce su intimidad en la Intimidad.
“Dejar que la vida de Dios circule a través de mí hacia los otros, y por los
otros hacia mí”.
Pleroma: comunidad de amor de todos, Dios todo en todos. ¡Hay tantos
materiales, tanto amor esparcido por el mundo…! Todo eso ha de recogerse, y
los constructores ni siquiera se dan cuenta.
AMDG. lo jesuita siempre me ha seguido.... este Sacerdote Obrero de la cosecha CARDIJN, me llama a ORAR, ORAR. Dios les pague.... Alfredo.
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