Muchas tradiciones espirituales hablan de este mundo como un lugar en el que estamos de paso y que nuestra casa definitiva esta en otro lugar. Segun estas tradiciones, la clave para transitar con éxito este trayecto es estar despiertos. Jesús enseñó y pidió a sus discípulos que estuvieran vigilantes, que no se durmieran:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Estén despiertos y vigilantes: pues no saben ustedes cuándo llegará el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que vigilara.
Estén atentos, pues no saben cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y los encuentre dormidos.
Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡estén vigilantes!»
Nuestra fe como cristianos no consiste en dormitar de lunes a sábado antes de cambiar al modo religioso del domingo. Se trata de tener presente siempre nuestra relación con Jesús, de modo que nos modele y nos mueva a lo largo de la semana. Cuando nos abandonamos al sopor, ya sea real o metafóricamente permitimos que ocurran cosas que lamentaremos al despertar. Esten alertas, dice Jesús no solo cuando sepan que estoy cerca, sino también en los momentos en que resulta más dificil percibir mi presencia. Incluso entonces ¡ya voy en camino!
La apatía, la tentación, la falta de energía para seguir el camino de Jesús, ser cristianos de nombre pero sin demostrarlo con las obras: esto es estar dormidos. El desafío de los cristianos en nuestros días es que los adormilados se espabilen, los desanimados recuperen la moral, los holgazanes se vuelvan diligentes, los miserables se alegren, los aburridos se callen, los que susurran alcen la voz y sobre todo que los que duermen se despierten. Una última parabola de Jesús sobre lo mismo:
En el reino de Dios pasará lo mismo que sucedió en una boda. Cuando ya era de noche, diez muchachas tomaron sus lámparas de aceite y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran descuidadas, y las otras cinco, responsables. Las cinco descuidadas no llevaron aceite suficiente, pero las cinco responsables llevaron aceite para llenar sus lámparas de nuevo.
»Como el novio tardó mucho en llegar, a las diez muchachas les dio sueño y se durmieron. Como a la media noche, se oyeron gritos: “¡Ya viene el novio, salgan a recibirlo!
»Las muchachas se levantaron y comenzaron a preparar sus lámparas. Entonces las cinco muchachas descuidadas dijeron a las responsables: “Compartan con nosotras el aceite que ustedes traen, porque nuestras lámparas se están apagando”.
»Las cinco responsables contestaron: “No tenemos bastante aceite para darles también a ustedes. Es mejor que vayan a comprarlo.”
»Mientras las cinco muchachas descuidadas fueron a comprar aceite, llegó el novio. Entonces, las cinco muchachas responsables entraron con él a la fiesta de bodas, y la puerta se cerró. Cuando las cinco descuidadas volvieron, encontraron todo cerrado y gritaron: “¡Señor, Señor, ábranos la puerta!”
»Pero el novio les contestó: “No sé quiénes son ustedes. No las conozco.”
»Por eso ustedes, mis discípulos, deben estar siempre alerta, porque no saben ni el día ni la hora en que yo volveré.
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