jueves, febrero 07, 2013

Más sobre la cuaresma


Los hechos
La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo.

El sentido más profundo
No siempre se ha celebrado la Cuaresma de la misma manera. En los primeros años del Cristianismo la práctica más común era ayunar, sin comer ni beber, desde el viernes santo hasta la madrugada del domingo de Pascua. Era para recordar las palabras de Jesús: "llegará el día en que el novio les será arrebatado; entonces ayunarán".
En el siglo V, los dirigentes de la Iglesia quisieron establecer un periodo más intenso de preparación para la Pascua y surgieron varias iniciativas en diferentes lugares. Hasta el siglo IX no hubo consenso sobre cómo prepararse para celebrar la resurrección de Jesús, pero lo que si sucedió fue que descubrieron un deseo común de reflexionar sobre la vida y disponerse para que Dios les perdonara todo aquello de lo que querían liberarse. Era una oportunidad para llevar a cabo un programa de desintoxicación espiritual. Para aquellos cristianos era muy claro que dicho proceso estaba íntimamente ligado a una actitud disciplinada en relación con la comida y la bebida.

El ayuno que propone la Iglesia está lejos de ser algo fácil, o como tantas veces, se vea reducido a renunciar a una comida observando el peso y sus onzas. Eso sería malinterpretar el sentido del ayuno que debe contribuir a que se opere un cambio en toda la persona. Más que de comidas debemos hoy ayunar del hombre/mujer viejo, del pecado, de "nuestros caminos". Ya que el ayuno principal es la lucha contra el pecado en nosotros mismos. Es inútil privarnos de comida y no privarnos de nuestro deseo de venganza y odio.
La abstinencia, nos habla del sacrificio, de privarnos de algo con miras a acrecentar el control personal. Nos recuerda que existen muchas cosas no necesarias, incluso a nuestra salud. Que conviene analizar a la hora de plantearnos cual será nuestra renuncia.
Entendiendo estos sacrificios como muerte al pecado la abstinencia será un signo externo de lo que pasa internamente. El que se da todos los gustos y no se priva de nada en cuanto comida, diversión y placer no ha entrado en un ambiente de conversión. Mientras el que hace lo contrario, aunque sea modestamente, será un signo de nuestra vuelta a lo esencial de la vida: Dios y sus caminos.
La limosna. Otra dimensión del ayuno y la abstinencia es la caridad: ayunamos y renunciamos a algo para dar al prójimoLo que cada uno le quite a sus placeres, lo dé a quien lo necesite. Por eso en algunas Iglesias se coloca un caja para que cada fiel deposite lo que se abstuvo de gastar en alimentos, placeres y gustos.
Que nuestro ayuno, abstinencia y limosna quieran decir: "Misericordia compartida", pues a Dios no le agradan los sacrificios si no están proyectados en solidaridad humana.
La confesión es una de las más grandes expresiones del amor misericordioso de Dios, que aunque pecamos nos llama al arrepentimiento y a la vida de la gracia. Acerquémonos a este sacramento haciendo un examen de conciencia serio con miras a avanzar en este camino cuaresmal.
Normas sobre el ayuno y la abstinencia
Originalmente, ayunar se refiere a no comer alimentos sólidos, ordinariamente se prescribe el ayuno para un día completo y la abstinencia se refiere a dejar de comer cualquier tipo de carnes.
1. El Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, son días de ayuno y abstinencia.
2. Todos los viernes de Cuaresma son días de abstinencia de carne. Pero el Episcopado Mexicano ha dispuesto que: "se puede suplir la abstinencia de carne, excepto la del Miércoles de Ceniza y Viernes Santo".
3. Sujeto de la ley del ayuno y la abstinencia:
- Abstinencia de carne: todos los que han cumplido 14 años. La ancianidad, por sí sola, no exime de esta ley de abstinencia.
- Ayuno: todos los que han cumplido 18 años, hasta el comienzo de los sesenta.
Lo más importante al hacer este tipo de prácticas es darle su sentido verdadero: por una parte someter la voluntad para fortalecerla con virtudes como la templanza, la sobriedad y la humildad y por otra, favorecer el ejercicio de la caridad, pues todos los sacrificios que se hacen deben apuntar a hacer un bien o un servicio al prójimo y a toda la Iglesia. Hacer sacrificios y penitencia por costumbre o porque todos lo hacen, no tiene sentido y no favorecen el crecimiento del hombre, que en conclusión es lo que se pretende.


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