Como cristianos, Dios nos ha liberado. Se trata de una libertad extraña, puesto que trae incorporada una larga lista de cosas que no debemos hacer. En la Carta a los Romanos, Pablo explica que la gente que no es cristiana cree que puede hacer lo que le plazca, aunque en el fondo no tienen la libertad que imaginan. Están obligados a hacer aquello que Dios establece que está mal: opresión, injusticia, sexo sin límites, corrupción política, envidia, egoísmo, pornografía, etc. Estas prácticas, lejos de hacerlos libres, los esclavizan. Pues bien, la invitación de Dios cuando nos ponemos serios con nuestra fe es dejar de ser esclavo de esas cosas para pasar a ser esclavo de Dios. Suena fuerte la palabra, pero podemos llamarle ponernos enteramente al servicio de Dios. El problema es que como seres humanos terminamos dependiendo de algo o de alguien, pues más nos vale poner nuestra dependencia de quien puede sacarnos de todos los problemas y no de hábitos que solo nos producen desesperanza y problemas. San Pablo lo explica claramente:
"Ahora bien, ¿eso significa que podemos seguir pecando porque la gracia de Dios nos ha liberado de la ley? ¡Claro que no!
Cuando eran esclavos del pecado, estaban libres de la obligación de hacer lo correcto. ¿Y cuál fue la consecuencia? Que ahora están avergonzados de las cosas que solían hacer, cosas que terminan en la condenación eterna; pero ahora quedaron libres del poder del pecado y se han hecho esclavos de Dios. Ahora hacen las cosas que llevan a la santidad y que dan como resultado la vida eterna. Pues la paga que deja el pecado es la muerte, pero el regalo que Dios da es la vida eterna por medio de Cristo Jesús nuestro Señor".
Como cristiano, ¿echas de menos alguna cosa que el resto de las personas que integran la sociedad da la impresión de hacer sin ningún tipo de control?
Bienvenido al aire puro.
Bienvenido a la existencia sin culpa.
Bienvenido a la verdadera vida.
!No regreses a la forma de vida del resto del mundo¡ Deshazte de cualquier cosa que contenga rastros oscuros. No te acerques a donde te quieran llevar los viejos hábitos. Adopta un nuevo estilo de vida. Una nueva adicción. Vuélvete adicto a Dios.
El consejo concreto es analizar tus conductas cotidianas y preguntarte si alguna te controla en lugar de ser tu el que la domina. Vence ese hábito para demostrar libertad y da gracias a Dios por la libertad que te concede de seguirle feliz en esta vida.
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