En esta vida nuestra hay cosas que es mejor no mezclar,
porque corremos el riesgo de sufrir si lo hacemos. Esto no quiere decir que
tendríamos que mantener nuestra vida de fe alejada de nuestra vida normal. La
cuestión es que Dios nos hace una invitación doble al mismo tiempo: quiere que
formemos parte de nuestra sociedad, implicándonos y disfrutando con todos y con
todo lo que el mundo ofrece. Pero al mismo tiempo quiere que nos apartemos, que
seamos claramente distintos de la gente que no es cristiana. ¿Cómo se hace
esto? La carta de Pedro nos da la respuesta: sean vigilantes. En otras palabras,
significa leer los mismos periódicos que leen los que no creen en Cristo, ver
los mismos programas de televisión, desempeñar los mismos trabajos y
entretenimientos, etc. Pero hacer todo esto manteniendo una mente vigilante.
Todo esto se hace tomando una decisión previa: “No voy a dejar que me digan
cómo tengo que pensar; presentaré lo que vea a Dios y averiguaré que es lo que
piensa él”. Esto es lo que se llama vida de santidad.
Elegir sabiamente significa invitar a Dios a tomar
decisiones en conjunto contigo. Nuestra vida sería mejor si tuviéramos mejores
habilidades para mantenernos vigilantes. Una de las mejores herramientas que
tenemos en la espiritualidad ignaciana para mantenernos vigilantes es el examen
diario. En el examen, uno se responde con sinceridad al final de día: ¿dónde
estuvo Dios durante este día? ¿Cómo y dónde se hizo presente? ¿Dónde no lo
sentí presente? ¿Cómo negué su influencia en mi día? El escribirlo hace que se
tenga una constancia del paso de Dios por la propia vida. Es muy interesante
reller lo que uno ha ido escribiendo después de varios meses, uno puede
transparentar la voluntad de Dios a través del examen.
El consejo práctico es que tomes conciencia de los momentos, las situaciones y las amistades que no te invitan a ser vigilante, que te enajenan y te hacen vivir ausente de ti mismo, y que decidas que harás con ellas.
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